27 noviembre 2006

Sin saber bien porqué

Casi sin darse cuenta pensaba en él cada momento, paseaba cabizbaja por las calles estrechas, con los ojos empañados, humedecidos y las mejillas llenas de lágrimas. Y lo único que tenía en su mente era su profunda mirada.

Se ponía muy fea cuando lloraba, él se lo dijo en mil ocasiones haciéndola sonreír, pero eso ya no importaba. Él no estaba.

Seguía caminando calle arriba, y la ciudad se le quedaba pequeña. A dónde ir, a dónde la llevarían sus inmensas ansias de huir…no podía escapar, estaba ahí sintiéndose como un pequeño pájaro en una enorme jaula. Un pájaro que a veces piaba desconsolada y escandalosamente, nervioso, inquieto, esperando que alguien lo sacara de allí, otras se acurrucaba en un rinconcito y cargaba con todo su dolor, ahogándose con su sufrimiento y sus lamentos y otras, como ahora, en silencio intentaba huir, salir de allí.

Un día decidió acabar con aquello, se armo de valor cogió el primer tren de la mañana, que la llevaría hasta él. Nerviosa como de niña cuando acudía a la escuela por primera vez, llegó a su destino. Pisó la ciudad que le había robado al ser al que probablemente y sin ser del todo consciente más había querido. Sacó de su bolso una pequeña libreta roja desgastada, la abrió y una vez más leyó el nombre, los apellidos, la dirección y un par de teléfonos anotados de corre prisas en una hoja arrugada. No le hubiera hecho falta leer aquel recordatorio pues durante todo aquel tiempo lo había memorizado en sus largas noches de insomnio, pensamientos y nostalgia.

No tan decidida como al subir al tren, tomó un taxi que la llevo hasta la casa. Ya en la puerta vio su nombre en el timbre, sólo unos doce escalones los separaban entonces. Las piernas le temblaban. Respiró profundo y sintió que no había allí aire suficiente. Andando precipitada y torpemente se alejó de allí. Encontró en su camino unos jardines y se sentó en un banco. Tenía la mirada perdida, estaba absorta, dispersa, como en otro mundo. Una mujer anciana que paseaba cerca, se atrevió preocupada a preguntarle si estaba bien, casi sin mover un solo músculo intentó dibujar una sonrisa en su pálida cara y articular dos palabras. Con un hilo de voz dijo a la señora un “sí, gracias” poco convincente.
Pasó casi una hora y por fin con los ojos empapados, se levantó y camino hasta la estación donde esperó el tren de regreso. La cabeza parecía estallarle, apretaba tan fuerte los dientes que sintió como si su mandíbula fuera a partirse en dos.
Se sintió tan cobarde, tan ridícula...Tan triste.
Se lamentó durante días de su actuación, pero acabó consolándose pensando que había dado un gran paso. No se sentía orgullosa, pero siguió luchando.

Cada día era igual que el anterior, cada individuo con que se cruzaba era igual al resto, en el mundo sólo encontraba gente, ningún amigo, ninguna persona. Todo era vacío.

Y sin saber bien porqué aun llora cada noche en su cama, por él.


~paty*
(9-abril-2005)

4 comentarios:

Javier dijo...

Muy buenas:
El relato me ha gustado bastante, pero hay una cosa que me ha llamado mas la atención, en la fecha abajo del todo pone 9 de abril 2005, si lo has escogido de cualquier libro, te felicito por tu eleccion, si lo has escrito tu...me quito el sombrero.

Un saludo nos vemos...pronto.

~paty* dijo...

Me gusta que te guste y puedesd quitarte el sombrero :P

Javier dijo...

Entonces...si hay mas...quiero leerlo entero.

Anónimo dijo...

Niña!!no conocía esta faceta tuya. Es muy bonito, y triste.
muak